Principios
propuestos para el diseño del barrio
Viviendas
sustentables adaptadas a cada familia.
A diferencia de la
mayoría de la vivienda social que se diseña en nuestro país, en este complejo
no existe una “vivienda tipo”, porque pocas veces a la hora de proyectar nos
encontramos con “familias tipo”, estas solo existen para las estadísticas. El
universo familiar es muy amplio, no solo en su composición (familias
ensambladas, uniparentales, con abuelos, con hijos independizados, etc.) sino
también en su manera de usar la casa.
Por eso en vez de
proponer una vivienda prototipo, se partió de una investigación que se hizo con
cada familia, a través de entrevistas, encuestas escritas e incluso
dibujos. Ese trabajo puso de manifiesto como cada uno imaginaba su futuro
hogar, y la forma de vivir los espacios.
De esta manera,
descubrimos las necesidades que muchas veces quedan de lado en las propuestas
que los arquitectos “bajan” a sus clientes: dos dormitorios, cocina comedor y
baño no completan para nada un programa de necesidades. La mayoría de los
proyectos sociales de viviendas económicas, terminan siendo muy caros para sus
habitantes. Las minúsculas mesadas de cocina son aptas solo para malabaristas,
el lugar para el lavarropa no se pensó y se improvisa en cualquier lado,
lugares de guardado brillan por su ausencia y aparecen los galponcitos y
garages. Ni hablar del espacio de trabajo, comercios y talleres que florecen
después de cortadas las cintas de inauguración. Otra cosa que brotan, son los
toldos, árboles y galerías para dar sombra, da lo mismo si la casa prototipo se
construye en Río Gallegos o en Cruz del Eje. El espacio exterior y el clima son
negados por los proyectistas.
En este caso, la
idea es que el arquitecto haga posible a través del diseño, el uso de los
espacios según las necesidades y expectativas de cada cliente: cocinas con
despensa, lavaderos, galerías, comercios, talleres, placares o lugares
para roperos o muebles que ya forman parte de la familia.
Para el conjunto de
casas, se piensa en sectores exteriores comunes, una placita donde los niños
puedan jugar a la vista de sus padres, lugares donde los vecinos se encuentren,
y a través del cuidado colectivo de esos espacios, los sientan como propios.
La economía de la
vivienda social, no es solo sumar el costo inicial de materiales y mano de
obra, es también el costo posterior de la energía que se necesita para
refrigerarla y calefaccionarla, más los gastos para mantenerla en buen estado
de conservación. Por eso proponemos el uso de la tierra cruda y los techos
vivos, como tecnologías probadas desde hace milenios. Una pared hecha con
tierra equilibra la humedad entre el interior y el exterior, posee gran
aislación e inercia térmica, y al ser permeable a la humedad del aire, evita la
putrefacción de algunos materiales como la madera. Un techo vivo, también es
muy aislante y tiene una vida útil mas larga que un techo de hormigón
impermeabilizado con asfalto o un techo de chapa. También para disminuir el
consumo de energía hay que aprovechar técnicas de diseño bioclimático, que
permitan por ejemplo, refrescar la casa con una brisa en verano o calentarla
con la captación de los rayos del sol en invierno.
Aprovechar
jardines, cercos y pérgolas para plantas comestibles, permite a la familia
disponer de alimentos sanos al alcance de la mano. Los pinos pueden ser
reemplazados por frutales, ligustrinas por arvejas y tomates, vides que den
sombra en verano en galerías para dar algunos ejemplos. Restar plantas
ornamentales o sectores de césped, para reemplazarla por comida, promueve el
intercambio y las relaciones entre los vecinos.
Para el riego y el
inodoro, no es necesario utilizar agua potable por mas abundante que sea, se
propone la recolección de agua de lluvia y el reciclado de las aguas
grises para darle ese uso.
La sustentabilidad
del barrio va a estar dada por las cuestiones planteadas: respeto por las
personas, confort térmico con bajo consumo de energía, uso racional del agua,
respeto por la naturaleza. Pero de nada sirve si para esto, usamos materiales
que en su fabricación y transporte, utilizaron gran cantidad de energía,
recursos naturales, emitieron gases de efecto invernadero o dejaron residuos
tóxicos en el ambiente. Tampoco sirve si pagamos patentes por sistemas
constructivos importados o si se requiere de personal altamente calificado o de
herramientas sofisticadas.
En definitiva, la arquitectura no debe ser
creadora de objetos donde accidentalmente vive gente, sino que esta debería ser
valorada por el grado de bienestar que genera. Toda obra de arquitectura
siempre altera,en más o en menos, la naturaleza. Pero es imposible pensar que
vamos a perdurar como especie sino empezamos a cambiar ya.